Wednesday, December 5, 2012


Mi gran gurú espiritual ha sido siempre el malestar.

El tan sólo sentarme en compañía del dolor o del malestar, sin tratar de huir de algún modo, sin expectativa alguna, sin un objetivo en mente, sin buscar nada. Ese es el lugar más jugoso, ese es el lugar de la transformación creativa, el lugar en donde el fango se transforma en oro.

Por muchos años, simplemente me senté con el dolor, la frustración, el enojo, el miedo. Simplemente descansando en esa confusión efervescente y ardorosa por horas y horas, sin tratar de escapar o componer mi experiencia, sin esperanza, sin sueños... hasta que la paz fue descubierta en medio de toda esa tempestad; esa paz imperturbable, más allá de los conceptos, esa paz omnipresente que yo soy y que siempre he sido...

En lugar de tratar de huir del malestar, nosotros permitimos que éste mismo nos revele sus secretos más profundos. Nos sentamos con el malestar y observamos cómo todas esas fronteras entre el "yo" y el "malestar" se funden, hasta que deja de haber por completo un "yo sentado con su malestar", en realidad nunca lo hubo. Nos sentamos con la frustración en ese lugar en donde aún no se ha llegado a coagular en un "yo estoy frustrado". Nos sentamos con el miedo antes de la resurrección de esa imagen de "yo soy ese que siente miedo". Nos sentamos con el enojo antes de que nazca una identidad nuestra como "el enojado". Nos reconocemos a nosotros mismos como ese vasto espacio, como ese océano ilimitado sin identidad que da la bienvenida a todas esas olas, como un hijo muy amado que al fin regresa a casa, al fin en casa...

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